Sabemos que a veces el cuerpo te pide azúcar a gritos. No porque tengas hambre real, sino porque tu cerebro quiere su chute de dopamina. Una palmera de chocolate a media tarde. Un par de galletas antes de dormir. Ese batido que, aunque sea “de proteínas”, lleva más azúcar que un refresco. Sí, todos hemos pasado por ahí.
Pero, según explican expertas como la neurocientífica Serena Bartlett, ese impulso no es tan inocente como parece. El azúcar actúa en nuestro cerebro como una droga. Usa los mismos caminos neuronales que el alcohol o la nicotina. Y por eso, dejarlo no es simplemente “tener fuerza de voluntad”: es un proceso.

¿La clave? Desengancharse poco a poco. Bartlett recomienda ir eliminando un producto azucarado a la semana, en lugar de hacer una dieta radical que acabes abandonando al tercer día. Además, te aconseja detectar las situaciones en las que sueles caer: esa cafetería que asocias con un dulce, ese momento de estrés postreunión, el bajón después de comer. La idea es romper el automatismo.
Cómo frenar los antojos de dulce sin sufrir
La mejor forma de evitar caer en la tentación de tomar un bocado dulce entre horas es:
- Comer fruta con frutos secos (sí, la manzana con mantequilla de cacahuete funciona).
- Hornear fruta y añadirle yogur, canela y nueces.
- Preparar bocados energéticos caseros: avena, cacao, semillas, coco y un toque de miel.
- Evitar el azúcar “escondido” en barritas fitness o snacks con pinta saludable leyendo la etiqueta: menos de 5 g por cada 100 es lo recomendable.
Y si tienes un mal día y caes… tampoco pasa nada. Lo importante es no rendirse. El objetivo no es la perfección, sino recuperar el control sobre lo que comes. Tu cuerpo, tu salud mental y tu energía lo notarán. Y sí, también tu barriga.
Ahora, sal de esa pastelería mental en la que llevas metido y empieza poco a poco. Una semana sin magdalenas. Luego ya veremos.