Cumplir 40 ya no es sinónimo de freno en lo relativo a tu lifestyle. Sí, el cuerpo cambia, el metabolismo se hace más lento y las rodillas empiezan a quejarse más de lo normal.
Pero eso no significa que haya que dejar de entrenar. Al contrario: es el momento perfecto para replantearse cómo mover el cuerpo. Y aquí aparece la eterna pregunta: ¿pesas o cardio?
¿Con 40 años es mejor el cardio o las pesas?
La respuesta corta: los dos. La respuesta larga: la fuerza primero, el cardio después. ¿Por qué? A partir de los 40 el principal enemigo no es la barriga, es la pérdida de masa muscular. Si no haces nada, cada década pierdes entre un 3% y un 8% de músculo. Eso significa menos energía, más lesiones y un metabolismo perezoso. Por eso, el entrenamiento de fuerza se convierte en tu mejor seguro de vida.
Levantar pesas no implica transformarte en culturista. Significa recuperar tono, proteger tus articulaciones, mejorar tu postura y quemar más calorías incluso en reposo. Además, ayuda a compensar la caída de testosterona que llega con la edad y fortalece los huesos, clave para prevenir problemas como la osteoporosis.
¿Y el cardio? Sigue siendo esencial. Mantiene el corazón fuerte, regula la presión arterial, ayuda con el estrés y mejora la resistencia para la vida diaria. El truco está en no convertirlo en un castigo. Olvídate de correr maratones si no es lo tuyo: caminar rápido, nadar, pedalear o incluso bailar con amigos vale igual.

Un plan equilibrado puede ser así: 3 días de fuerza (piernas, torso y full body), 1 o 2 sesiones de cardio suave, y movilidad o descanso activo el resto. No necesitas más. La clave está en la consistencia y en moverte fuera del gimnasio: subir escaleras, caminar más, no pasar diez horas pegado a la silla.
En resumen: después de los 40 no se trata de entrenar como un veinteañero, sino de hacerlo con cabeza. La fuerza es la base, el cardio acompaña. El objetivo no es parecer más joven, sino llegar a los 50 (y más allá) con un cuerpo funcional, fuerte y sin miedo a lesionarte.