Vamos al grano: la mayoría ya sabemos qué hay que hacer para estar en forma, pero nos puede la pereza, las excusas y las agendas imposibles. Y no pasa nada. Todos hemos estado ahí. El problema no es que no puedas, es que te exiges demasiado desde el minuto uno… y así no hay quien aguante.
Porque sí, cambiar físicamente es difícil, pero no es una cuestión de fuerza bruta, sino de cabeza. Si vas al gimnasio tres días seguidos con el “modo bestia” activado, pero al cuarto ya no puedes ni levantarte del sofá, eso no es constancia, es una trampa mental.
Un cambio físico necesita avances lentos, pero firmes: poco a poco, sin volverte loco
Lo explica muy bien Marcos Vázquez, el crack detrás de Fitness Revolucionario: “La clave para transformar tu cuerpo no está en el gimnasio. Está en tu mente.”
Y no, no es frase de Mr. Wonderful. Es puro sentido común. Porque la verdadera transformación no empieza cuando te compras unas zapatillas nuevas, empieza cuando dejas de intentar ser perfecto.
¿Te saltaste la dieta a mediodía? Pues cena bien. ¿No puedes entrenar una hora? Pues haz 15 minutos. ¿No te apetece moverte? Pues al menos sal a dar una vuelta.
Eso es la mentalidad “todo o algo”, y es mucho más útil que la clásica “todo o nada”, que solo sirve para sabotearte. Es preferible hacer poco pero constante que reventarte dos días y desaparecer una semana.

En serio, nadie construyó un buen físico en tres días. Lo que te cambia el cuerpo —y la cabeza— es la suma de pequeñas decisiones bien hechas. Hoy andas media hora. Mañana haces unas flexiones. Pasado comes mejor. Y, sin darte cuenta, te ves mejor, te sientes mejor y, lo más importante, ya no estás atrapado en ese bucle de empezar con ganas y dejarlo a mitad.
Así que ya sabes: no se trata de ser perfecto en tu lifestyle. Se trata de no rendirse, aunque sea a base de migajas de esfuerzo. Porque avanzar poco a poco, sigue siendo avanzar. Y eso, colega, ya es ganar.