Los inductores de colágeno han llegado para quedarse, y no es casualidad. Si hasta hace poco hablar de pinchazos, retinol o tratamientos estéticos sonaba a territorio exclusivo del mundo femenino, ahora la historia ha cambiado. Cada vez más hombres buscan mejorar su aspecto sin parecer que han pasado por quirófano. ¿La clave? Resultados naturales y cero artificios. Y ahí es donde brillan estos inductores.
Qué son los inductores de colágeno
Pero, ¿qué es un inductor de colágeno? Spoiler: no lleva colágeno. Suena contradictorio, pero tiene su lógica. En lugar de inyectar colágeno directamente, estos tratamientos estimulan tu cuerpo para que lo genere por sí mismo, activando los fibroblastos que tenemos en la piel y que, con la edad, se vuelven algo vagos. Resultado: piel más firme, más luminosa y con menos flacidez… sin que nadie note que te has hecho “algo”.

Hay de dos tipos: químicos, como la hidroxiapatita cálcica o el ácido poliláctico, que se inyectan en zonas clave del rostro; y físicos, como la radiofrecuencia o el ultrasonido, que estimulan la regeneración desde fuera. Ambos formatos tienen lo mismo en común: no cambian tus rasgos, solo mejoran la calidad de tu piel.
¿Duele? Un poco. ¿Merece la pena? Mucho. Lo mejor es que no necesitas un mantenimiento constante y los efectos duran entre un año y dos, dependiendo del tipo de tratamiento y tu ritmo de vida.
No estamos ante una moda pasajera, ya que se integra en el lifestyle de quienes recurren a él. Estamos ante una nueva forma de cuidarse. Sutil, inteligente y perfectamente compatible con una vida ajetreada. Porque verse bien no tiene por qué ser evidente. Ni tiene que parecerlo.
Y sí, funciona también si tienes barba, por lo que no es óbice para brindar resultados, también en quienes lucen una tupida y alrga barba.