Hay veces en las que la vida se complica sola. Trabajo, recados, prisas, móvil echando humo… Y justo cuando más falta nos hace parar, descubrimos que la receta para bajar revoluciones es mucho más sencilla de lo que parece: salir a caminar agradeciendo lo que tienes. Eso es el famoso gratitude walk o paseo de gratitud.
¿Qué es el paseo de gratitud?
Nada raro ni místico: simplemente te das una vuelta —por tu calle, el parque de al lado o incluso el pasillo de la oficina— y, mientras andas, piensas en todo lo bueno que tienes en tu vida.
Puede ser algo grande como tu familia o tu salud, o detalles pequeños: ese café que te salva las mañanas, el colega que siempre te hace reír o incluso que hoy no ha llovido.
Por qué engancha (y no, no es placebo)
Caminar ya de por sí ayuda a bajar el estrés porque reduce el cortisol y sube las famosas hormonas de la felicidad (dopamina y serotonina). Si a eso le sumas el agradecimiento tu cabeza cambia de canal.
Dejas de estar en modo queja y entras en un estado mucho más ligero, casi como si te hubieras hecho un reset mental.
Cómo se hacen las caminatas de gratitud
Lo bueno es que no necesitas ni zapatillas de running ni reservar media hora en el calendario y tratar de integrarlo en tu lifestyle. Con 5 o 10 minutos basta:
• Puedes hacerlo al salir del curro para soltar tensión.
• Entre reuniones, para oxigenar la mente.
• O antes de dormir, dando una vuelta rápida a la manzana.
Y si un día no puedes moverte, también puedes hacerlo sentado, pero salir a la calle siempre suma puntos extra.
Lo que ganas con un paseo de gratitud diario
No solo estarás más relajado: también sumas pasos a tu día, mejoras la concentración y hasta practicas mindfulness sin apps ni incienso de por medio. Es tan simple que casi suena tonto, pero cuando lo pruebas, repites.
La caminata de gratitud es un gesto fácil, gratis y al alcance de cualquiera. Hoy mismo puedes salir cinco minutos, levantar la cabeza, respirar hondo y pensar en lo bueno que tienes. Vuelves a casa más tranquilo, con mejor humor… y con la sensación de que, oye, la vida tampoco está tan mal.
