Comprar un sofá no es como pillarte una camiseta en rebajas. Estamos hablando de una de las piezas más importantes de tu casa, ese lugar donde vas a ver series, echarte siestas, recibir a tus amigos o incluso improvisar una cama para invitados. Y como además no es precisamente barato, conviene pensárselo dos veces antes de lanzarse.
1. No solo estética: piensa en comodidad y espacio
El error más común es quedarse con el sofá más bonito del catálogo. Pero si después de diez minutos sentado empiezas a notar que no apoyas bien la espalda o que ocupa medio salón, lo que era amor a primera vista se convierte en un drama. La comodidad es lo primero: prueba siempre antes de comprar, y asegúrate de que encaje en el espacio sin invadirlo todo.
2. ¿Para qué lo vas a usar?

Parece obvio, pero no lo es. Si vives solo y casi no pasas por casa, te bastará con algo sencillo. Pero si tienes familia numerosa, lo ideal es un sofá seccional o modular, que puedes mover y ampliar según las visitas. Y si tu piso es pequeño, un sofá cama puede salvarte la vida en más de una ocasión.
3. Materiales: cuero o tela, esa es la cuestión
Aquí manda tu estilo de vida. Si tienes niños o mascotas, mejor opta por telas resistentes y fáciles de limpiar. Si lo que buscas es elegancia y mantenimiento rápido, el cuero es un acierto, aunque da menos opciones de colores y texturas.
4. Escoge un estilo que hable de ti
El sofá también marca la personalidad del salón. Los modernos van con líneas rectas y tonos neutros. Los clásicos tipo Chesterfield son robustos y atemporales. Si te va el rollo nórdico, apuesta por colores claros y patas de madera. Y para los más creativos, un estilo bohemio con estampados y cojines nunca falla.
5. La regla de oro
Antes de lanzarte, mide el espacio, compara materiales y no te dejes llevar solo por la foto de catálogo. El mejor sofá no es el más caro ni el más grande, es el que se adapta a tu vida y te hace sentir que has acertado cada vez que te tiras en él.