Lo que debía ser una fiesta de fútbol en Avellaneda terminó en un auténtico infierno en las gradas. El partido de octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y Universidad de Chile fue suspendido después de que se desatara una batalla campal que dejó diez heridos graves —uno en estado crítico— y casi 90 detenidos.

El choque marchaba 1-1 cuando, al inicio de la segunda parte, empezaron los problemas en la tribuna visitante, donde unos 3.000 hinchas chilenos comenzaron a destrozar baños y a lanzar butacas y piedras hacia los locales. La policía intentó desalojar la zona, pero lo que debía ser un operativo de control se convirtió en un caos absoluto. Con parte de la grada ya vacía, un grupo de barras bravas de Independiente fue directo a por los últimos aficionados de la U.

El resultado: escenas de violencia que hicieron imposible seguir jugando. El árbitro uruguayo Gustavo Tejera no lo dudó y mandó parar todo.

Conmebol, en el ojo de la tormenta
La Conmebol se limitó a informar que el partido quedaba suspendido por “falta de garantías”, pero las críticas no tardaron en llover. Desde el club chileno, el dirigente Daniel Schapira estalló: “No pueden poner a nuestra hinchada arriba de la barra de Independiente. Es una locura”.

El propio presidente de Chile, Gabriel Boric, salió a condenar lo sucedido. Cargó contra la violencia de las barras, pero también contra la organización: “Lo ocurrido en Avellaneda está mal en demasiados sentidos, desde la violencia hasta la irresponsabilidad de la Conmebol”. El mandatario añadió que su prioridad es proteger a los aficionados chilenos afectados y garantizar atención médica y derechos a los detenidos.

Una historia que se repite ya demasiado
Lo más preocupante es que no es la primera vez. Hace cuatro meses, en un Colo Colo vs Fortaleza, también con Gustavo Tejera como árbitro, se vivieron incidentes similares. En aquella ocasión, las sanciones para el club chileno fueron durísimas.

Ahora queda la gran incógnita: ¿qué hará la Conmebol? Porque lo que pasó en Avellaneda dejó algo muy claro: si hoy no se habla de muertos es, sencillamente, un milagro.







